"Nunca es tarde para aprender" reza el dicho popular que refrendan las personas que se dieron la oportunidad de estudiar pese a ser mayores, y así lo confirma el profesor Isidro Honorio Cuayla, quien es profesor del CEBA La Liberdad, en Moquegua.

A su cuidado y preparación tiene a 13 alumnos, en su mayoría mujeres. La pandemia también los impactó notoriamente porque ya no podían reunirse como lo hacían a diario para aprender.

Pese a que su máximo sueño de pequeño era ser policía, Isidro tuvo un gran ejemplo, su hermano mayor, quien también es docente. Con el pasar de los años, desde 1981, el docente afirmó que no se equivocó de carrera y fue la mejor decisión que pudo tener a sus casi ya 40 años de carrera educativa.

Durante estas cuatro décadas, según Isidro, pudo ayudar a más de 800 personas de Centros de Educación Básica alternativa (CEBA), una labor nada fácil, porque en sus primeros años de docente se transportaba en burro y buses, además, realizaba largas caminatas para llegar a las zonas más alejadas de la localidad, donde lo esperaban sus alumnos.

La pandemia del COVID-19 llegó el 4 de abril a Moquegua, una niña fue la paciente cero. Tras esa noticia, el pueblo moqueguano vivió entre la zozobra y el miedo porque el coronavirus había llegado a una de las regiones que no presentaba casos positivos.

Desde esa fecha, la vida de las personas ya no eran la misma y tuvieron que aprender a lidiar con el nuevo virus.

Tras ocho meses de pandemia en el Perú, tres de sus alumnas ya desertaron por distintos factores, el principal definitivamente es el tecnológico y económico porque a falta de trabajo no hay ingresos para acceder a un plan de telefonía y datos.

Andrés Javier, periodista de Radio Yaraví, al consultarle al docente si cambiaría la profesión que eligió, él fue tajante y señaló “que la carrera de educación es la mejor del mundo y volvería a estudiarla”.